Llegado el mes de octubre, y con él, el otoño, la Iglesia se viste de gala para celebrar un mes eminentemente Mariano: el Mes del Rosario. Litúrgicamente, celebramos la Fiesta de Ntra. Sra. del Rosario el día 7 del citado mes, si bien, las celebraciones en honor de esta bonita advocación de la Virgen, se prolongan hasta finalizar el mes de octubre.
El rezo del Santo Rosario es el mejor regalo que podemos ofrecer a María Nuestra Madre, es un bonito gesto, a través del cuál expresamos todo nuestro cariño y afecto hacia la Madre del Verbo. A continuación exponemos una breve reseña del Santo Rosario:
"A finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán sufría al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses y decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio. Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral, alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó. En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador. Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos. Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la Iglesia. El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado. En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la peste negra” en la que murieron muchísimas personas. Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia".
Pues como vemos, el rezo del Santo Rosario, es una petición que nos hace Nuestra Madre. Se siente agradecida y amada cuando de nuestros labios salen alabanzas hacia Ella. Tengamos pues muy presente esta "Marianísima" oración, no sólo en este mes del Rosario sino durante todos los días de nuestra vida. Rezar el Rosario a María, es como decirla que la amamos con todas nuestras fuerzas, que la acogemos en nuestras vidas, en nuestros corzones, como lo hizo Juan, el Discípulo Amado.
¡Reina del Santo Rosario! Ruega por nosotros
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