El 6 de noviembre es una fecha que debería quedar grabada a fuego en el calendario de Torrijos. Celebramos la Fiesta del que fuera Párroco de la Colegiata del Santísimo Sacramento: el Beato Liberio González Nombela. Párroco ejemplar, modelo de santidad, elevado a los altares el 28 de octubre de 2007. Hablar del Beato Liberio en nuestro pueblo es hablar de una persona que dió su vida a los demás, imitando a Cristo; ¡cuántas obras de caridad hizo! ¡Con qué cariño trató a los niños huérfanos y a los ancianos desamparados! Fue impulso renovador para los jóvenes y consuelo para muchas familias torrijeñas que estaban atravesando serias dificultades debido a los estragos que la guerra estaba causando. La palabra que mejor lo define en Torrijos: "el Santo", pues lo fue ya en vida, y ahora lo es plenamente.
El Beato Liberio es fiel reflejo para nuestra Hermandad, pues siempre llevó a María por bandera. Nos contaban hace unos años que él se encargó de hacer resurgir la celebración del Viernes de Dolores en nuestra Parroquia, en la que se veneraba la imagen de nuestra Titular; nos han llegado incluso a decir que la imagen en tiempos del Beato era sacada en procesión. Aquello con el tiempo llegó a desparecer sin dejar rastro, ni siquiera el testimonio de los más mayores, que no recuerdan a ciencia cierta que nuestra imagen saliera siempre en procesión. Nuestra Hermandad siempre tendrá muy presente al Beato, y siempre será fiel testigo de ese amor a María que él profesaba. Cada Martes Santo al finalizar nuestra Estación de Penitencia, la Hermandad realiza una Ofrenda Floral ante las Reliquias del Beato, que se custodian en la Capilla de San Gil, como reconocimiento a la grandísima labor evangelizadora que llevó a cabo en la Parroquia y pueblo de Torrijos.
BIOGRAFÍA DEL BEATO LIBERIO GONZÁLEZ NOMBELA
Nació el 30 de diciembre de 1895 en Santa Ana de Pusa (Toledo). Excelente estudiante, obtuvo el doctorado en Sagrada Teología. Se ordenó el 21 de diciembre de 1918. Sus primeros destinos fueron como coadjutor, en Mora de Toledo (1919) y, al año siguiente, en Bargas; capellán de las monjas de la Compañía de María y profesor del Seminario Menor de Talavera de la Reina, en 1920-1921. En 1922 pasó a Toledo como coadjutor de la parroquia de Santiago Apóstol. Dos años después, ecónomo de la parroquia de los Santos Justo y Pastor. Finalmente llegó a Torrijos en 1925, para convertirse en párroco el 26 de abril de 1926. Lo que en la parroquia de Torrijos trabajó, difícilmente lo podrá enumerar ninguno.
Fundó mil obras de piedad, de celo y de caridad. Todas las empresas apostólicas hallaban cabida en él, y todas recibían su empuje directo: Adoración Nocturna, Acción Católica, en sus diversas ramas; Hijas de María, Padres de Familia, catequesis, escuelas dominicales, conferencias de San Vicente, socorro de los pobres, Apostolado de la Oración, escuelas nocturnas de obreros y, sobre todo, las escuelas católicas para oponerse a la enseñanza laica, hostil a la doctrina de la Iglesia.
El día 5 de marzo de 1936, tras la fatídicas elecciones del mes anterior, que habían dado el triunfo a las fuerzas revolucionarias, las turbas torrijeñas se manifestaban públicamente pidiendo a gritos la expulsión del cura y buscándole con diabólica intención. Él se ocultó, prudentemente aconsejado, en el hospital del Santísimo Cristo. Allí pasó la última noche de vida en su parroquia, al cabo de once años de trabajo heroico, con todas sus ovejas. Al día siguiente, 6 de marzo, junto con su hermano Juan, abandonó la parroquia y se refugió en Santa Ana de Pusa, en casa de sus padres. Ante la imposibilidad de volver a Torrijos, el 5 de mayo del mismo año 1936, el cardenal de Toledo lo nombró párroco de Los Navalmorales. Dos meses más tarde, el 23 de julio del mismo año, las autoridades locales cerraron la iglesia y prohibieron toda clase de culto.
El Beato no tuvo otro remedio que refugiarse de nuevo en casa de sus padres, que vivían en Santa Ana de Pusa, a 8 kilómetros de distancia. Hizo el camino vestido de sotana y a pie, pero cuando llegó, las turbas lo estaban esperando para apresarlo. Eran las tres de la tarde del 18 de agosto de 1936. Fue detenido y conducido al Ayuntamiento. De camino mandaron parar el camión y le hicieron bajar poniéndole junto a un poste de teléfono, haciéndole varios disparos a los lados, como simulando un fusilamiento. El conductor del camión declaró que, mientras interrogaron en el ayuntamiento de Torrijos a D. Liberio, lo mandaron a él y a su cuñado con diez milicianos a fusilar al párroco de Santa Ana de Pusa, el Siervo de Dios Juan Francisco Fernández, al que también habían detenido. Mientras, una tumultuosa manifestación, como si fuera a una romería, llevaba al sacerdote al martirio. Le subieron de nuevo al camión. Llegados al cruce de Barcience, le mandaron bajar y le obligaron a caminar; él, dando siempre la cara a sus verdugos, retrocedió cuanto le dijeron, siempre con los brazos cruzados. Cuando ya le estaban apuntando con los fusiles, dijo en voz alta: “Dios os perdonará”. Sonó una descarga cerrada de muchos, de más de cien tiros, y quedó muerto en el acto.