Si pudieran hablar las baldosas de tu capilla, Madre de los Dolores, no quiero ni pensar la de historias que tendrían que contarnos. Ellas soportan el peso del afecto y el amor hacia tí, ellas, son testigo de ese cariño tan grande que tus fieles hijos profesamos. Y es que, tanto tiempo estuviste oculta en tu capilla, que tus hijos se habían "olvidado" de tí... Y, a una Madre no se la olvida... Porque Tú eres Nuestra Madre, la que tanto ayuda y tan poco recibe en muchas ocasiones. Porque Tú eres la Reina de nuestros corazones, abrasados por tu infinita clemencia... Eres como las gotas de rocío que, en los amaneceres de mayo, consuelan a la mies ya abrasada por la cercanía del estío... Eres nuestro refugio, tu manto es cobijo de nuestras aflicciones en este valle de lágrimas... Eres nuestro faro, nuestro timón, la estrella que nos guía por las tempestades de la vida...
¡Y pedimos tanto! y agradecemos tan poco...
Pero Tú, Madre de bondad, aguardas en tu Capilla, esperando a tus hijos que, eclipsados por tu afligida belleza, caemos rendidos a tus plantas divinas.
Madre de los Dolores, ayúdanos a caminar por las sendas de la vida, enséñanos el camino hacia Tu Hijo.
Salve Maria, Spes Nostra...
¡Y pedimos tanto! y agradecemos tan poco...
Pero Tú, Madre de bondad, aguardas en tu Capilla, esperando a tus hijos que, eclipsados por tu afligida belleza, caemos rendidos a tus plantas divinas.
Madre de los Dolores, ayúdanos a caminar por las sendas de la vida, enséñanos el camino hacia Tu Hijo.
Salve Maria, Spes Nostra...
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